Dejar que el Cuerpo haga lo que sabe hacer.
Dejarle tomar las riendas del Respirar, Bailar, Parir, Hacer el Amor…
Permitir al intuitivo animal que habitamos curarse y recuperar su estado de Armonía Natural.
Mente, cuántos reinos has conquistado ilícitamente, ocupando sus tronos e imponiendo la estéril mano de tu gobierno…
Varias veces, estos días atrás, una ansiedad visceral y alocada cuyas raíces siento remontarse al tiempo en el vientre de mi madre, pusieron en marcha sus mecanismos: la espalda, hombros, brazos, cuello… se me agarrotaron y pasé las horas respirando apenas, inhalando superficialmente por encima del pecho.
Una dolorosa bola de bloqueo se alojó en mi plexo.
Envuelta en malestar, le pedí ayuda al Cuerpo.
Y con la naturalidad de un ave posándose en una rama, de un pez fluyendo en el río, comencé a ser “testigo pasivo" de una secuencia de movimientos, torsiones, estiramientos, contracciones y expansiones…
Me sumí en una apnea larga, larga, larga, cuyo fin no sabía cuándo llegaría pues no la guiaba mi personalidad, si no el animal que habito.
Cuando tomé aire de nuevo, la opresión del pecho se había esfumado.
Abrí los ojos, en Calma, en Presencia Pura.
3 minutos de reloj para entrar en armonía,
retirando la mente y dejando hacer a la sabiduría innata del cuerpo.
Permitirle volver a su trono, trayendo la vida y la armonía a nuestro Reino.
Dar al César lo que es del César,
y al Cuerpo lo que es del Cuerpo.
Myriam Aram
© Texto Myriam Aram
QUIZÁS TE INTERESE LEER TAMBIÉN:
Commentaires